viernes, 29 de noviembre de 2013

10. ¿Quadragesimo anno celebra el aniversario de la encíclica de León XIII?



Así es. Quadragesimo anno es considerada la segunda gran encíclica social. La publica el papa Pío XI en el año 1931 para conmemorar el cuarenta aniversario de Rerum novarum.

El pontificado de Pío XI transcurre entre las dos grandes guerras mundiales. Elegido Papa en el año 1922, muere en febrero de 1939, cuando está a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial. Quadragesimo anno se puede situar en el centro de su pontificado. La situación social y política era ya muy distinta de la que reflejaba la encíclica de León XIII. Dos acontecimientos resultan especialmente importantes para su comprensión: la implantación del comunismo en Rusia (1917) y la grave crisis económica del año 1929. Señalan, en realidad, un contexto histórico marcado por un capitalismo en crisis y un comunismo en expansión.

La encíclica se propone, como indica el mismo título: «la restauración del orden social y su perfeccionamiento de conformidad con la ley evangélica». Afirma la validez de Rerum novarum, que define como la carta magna de toda la actividad cristiana en materia social; pero quiere responder también a los graves problemas que surgen en el nuevo contexto social. La primera parte de la encíclica está dedicada a recordar los beneficios de Rerum novarum; la segunda expone la doctrina económica y social de la Iglesia desarrollando como temas concretos: el derecho de propiedad, la relación entre capital y trabajo, la redención del proletariado, el salario justo y la restauración del orden social; la tercera se refiere a los profundos cambios sociales.

Significativamente, Pío XI comienza el desarrollo de la doctrina socioeconómica de la Iglesia con la cuestión de la propiedad. Reafirma el derecho a la propiedad, destacando tanto el carácter individual como el social. Según el Papa, hay que evitar dos escollos: negar el carácter social y público del derecho de propiedad o su carácter privado e individual. Quizá sea este el rasgo más significativo de la enseñanza de este documento: el equilibrio entre la dimensión individual y social de la propiedad, que va a quedar refrendado por toda la doctrina social posterior. Es cometido del Estado velar para que los bienes cumplan este doble carácter de utilidad particular y de bien común.

Por ello, capital y trabajo deben unirse en una empresa común. Es totalmente injusto que uno de ellos niegue la eficacia del otro. Es injusta la reivindicación del capital si exige para sí todo el rendimiento, dejando al trabajador simplemente lo necesario para subsistir. Y es injusta la pre-tensión del trabajo al pedir para sí todo el resultado del trabajo una vez amortizado el capital.

Por primera vez se manifiesta en la doctrina social de la Iglesia el término «justicia social». En ocho ocasiones aparece en la encíclica. Esos textos precisos nos hacen comprender su significado. Para Pío XI, frente al proyecto social del liberalismo, la justicia social pretende un orden jurídico, económico y social que garantice una distribución equitativa de los bienes producidos. Es, pues, una forma de justicia distinta de la conmutativa, que se limita a regular las relaciones individuales. El Papa pide expresamente que las instituciones públicas y toda la vida social estén imbuidas por este tipo de justicia para poder constituir un nuevo orden y una nueva sociedad, cuya alma ha de ser la «caridad social».

En esta perspectiva hemos de situar la cuestión del «salario justo». El Papa juzga más conforme con las condiciones de la convivencia humana compaginar el contrato de trabajo y el contrato de sociedad, de modo que los obreros se hagan socios en el dominio o en la administración o participen en los beneficios recibidos. Para la fijación del salario tiene en cuenta tres criterios: el sustento del obrero y de su familia, la situación de la empresa y la necesidad del bien común. Y para velar por los derechos de los obreros, aboga por la creación de asociaciones y organizaciones sindicales.

La encíclica establece también una distinción verdaderamente importante en la comprensión del socialismo. El Papa distingue con claridad el «bloque violento o comunismo» y el «bloque moderado». El primero se caracteriza por la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada. El juicio de Pío XI sobre él se expresa en estos términos: «es inhumano», «monstruoso», «enemigo de la Iglesia», «impío e inicuo».

En cambio, del bloque moderado, «que ha conservado el nombre de socialismo», afirma que «parece inclinarse y hasta acercarse a las verdades que la tradición cristiana ha mantenido siempre inviolables». Pero el Papa no duda en afirmar: «Si sigue siendo verdadero socialismo, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana».

Fuente: E. Alburquerque Frutos, Doctrina Social de la Iglesia: 25 preguntas, CCS, Madrid 2011.

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